Es producto de ahorro a través de los cuales el consumidor entrega una cantidad de dinero a una entidad financiera durante un tiempo determinado. Transcurrido el plazo acordado, la entidad devuelve la totalidad de esa cantidad más una remuneración pactada (superior a la de los depósitos a la vista). Aunque también se puede pactar con la entidad el cobro periódico de intereses mientras dure el plazo del depósito.
Habitualmente, los contratos de depósito a plazo incluyen las posibilidad de poder sacar o rescatar el dinero del depósito antes de que finalice el plazo acordado, a cambio de una penalización en la rentabilidad final o una comisión.
Sepa que la T.A.E. (Tasa anual equivalente) que refleja la rentabilidad del depósito está referenciada a doce meses. Por lo que si contrata un depósito de diferente duración deberá calcular su verdadera rentabilidad. El interés real que resulte será el que resulte de dividir dicha TAE entre doce y multiplicar el resultado por el número de meses que se va a tener ese depósito.
Tenga cuidado con los depósitos que aumentan su rentabilidad en función de la vinculación que tengamos con la entidad (seguro de hogar, de vida, de automóvil, tarjetas de crédito y/o debido,...). Eche cuentas, puesto que todos estos productos conllevan gastos y comisiones, algo que le puede salir muy caro finalmente.
Consulte qué tipo de depósito está contratando, puede pensar que ha contratado un depósito a plazo y en cambio es un depósito estructurado.